Diálogo sobre un diálogo

A- Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.

Z (burlón)- Pero sospecho que al final no se resolvieron.

A (ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.


Extraído de la obra de Jorge Luis Borges.

El Ojo

Dijo el Ojo un día: "Veo más allá de estos valles una montaña velada por una bruma azul. ¿No es hermosa?"

El Oído escuchaba, y luego de atender intensamente por un rato, dijo: "Pero, ¿dónde hay una montaña? No la oigo."

Entonces la Mano habló: "Trato en vano de sentirla y tocarla, y no puedo encontrar montaña alguna."

Y la Nariz dijo: "No existe montaña alguna; yo no puedo olerla."

Entonces el Ojo se volvió hacia otro lado y todos comenzaron a hablar sobre la extraña ilusión del Ojo. Y dijeron: "Algo debe pasarle al Ojo."


Extraído de la obra de Khalil Gibran.